Quid gloriam habet
Hace una semana que mi abuelo dejó este mundo, para mí es el primer fallecimiento realmente cercano, y lejos de lamentar y llorar el suceso pues lo considero un alivio para su sufrimiento y un descanso para quienes lo acompañaban día a día. Tal vez si mi abuelo hubiera sido como los abuelos de los cuentos sería más fácil escribir sobre él, pero la verdad es que mi abuelo era un tipo complicado, del que se cuentan muchas cosas, pero esta ocasión sólo hablaré de las cosas que me constan.
La primera imagen que tengo de mi abuelo es la de un tipo de media estatura, robusto, tez blanca, cabello muy corto, ataviado con un eterno mandil blanco, adentro de un puesto de comida, gritando "hay BIRRIA señor páseleeee!!!!" (todo lo que pueda ser mi famila hoy en día se forjó adentro de ese puesto). Los domingos eran días de trabajo para nosotros, mi abuelo era de la idea que sólo aquel que se ha ganado el pan con su trabajo tiene derecho a tenerlo, no importaba que fueramos sus hijos o nietos, todos teníamos que hacer nuestra parte para poder desayunar un humeante y delicioso plato de birria, y créanme cuando digo que valía la pena, a esto tengo que decir que mi abuelo no nos esclavizaba — nos enseño el valor y cuanto se disfrutan las cosas cuando uno trabaja por ellas.
Nunca fue tierno ni cariñoso con nadie, era un tipo hosco y gritón (ya hablé de las consecuencias de entrar a su cuarto en el primer post) pero nos abría las puertas de su casa a toda una manada de pequeñas bestias gritonas que lo movian, rompían y desaparecían todo; tal vez yo también me encerraría en mi cuarto de puro miedo al ver a tanto pinche chamaco gritón (que los aguanten sus madres!!!, pensaría mi abuelo).
Tiempo después mis abuelos tuvieron que irse a vivir a Cuernavaca por cuestiones de salud y ya no lo veíamos tan seguido y bueno pues me quedé con la imagen del abuelo gruñon. Una vez al año iba a la Plaza México a la corrida de aniversario, donde claro era el rey, todo el mundo lo conocía, los viejos y los jóvenes aficionados a la fiesta brava y más de una vez lo entrevistaron para la televisión; mi abuelo nunca fue a la escuela, se enseño a leer, escribir y hacer cuentas porque era necesario, pero me atrevo a decir que incluso ahora las empresas más grandes se lo pelearían para tenerlo de gerente de relaciones públicas, jamás he visto a nadie tan amable con sus clientes como él.
Parte de mi adolescencia la pasé sin ver a mi abuelo, uno por la distancia y dos y más importante porque me había dejado crecer el cabello, eso era pena de excomunión en mi famila (ni mi mamá ni mis tías lo usan largo), mi relación con él era más que lejana, pero siempre existió el hecho de que a sus ojos yo era el nieto que más se parecía a él (pero en bonito decía mi papá, jajajaja).
Crecí, me hice adulto (conste que no dije maduré) y la figura de mi abuelo cada vez era más y más distante, hasta que un día tuvo complicaciones por la diabetes, lo trasladaron al D.F. y le amputaron una parte del pie, estuvo hospitalizado varias semanas y por razones que sólo el destino puede explicar me tocó cuidarlo una noche, 12 horas se dicen fácil y tendrían que serlo, sólo tenía que jugar cartas con él hasta que se durmiera, cuidarle 8 horas de sueño y un par más en la mañana hasta que llegara mi mamá a relevarme; no contaré todo lo que pasó y aprendí esa noche, pero desde entonces admiro y respeto a las personas que están a cargo de un enfermo. Días después de la operación cuando su ánimo estaba mejor, estando a solas con él jugando una buena partida de "conquián" me dio un consejo: "m'ijo encuentra una buena mujer, que te quiera y te respete, con la que puedas compartir toda tu vida, mira a tu abuelita y yo, llevamos sesentaytantos años de casados", los que me conozcan bien sabrán si seguí su consejo.
Cuando fui a despedirme de ellos y me vine a vivir a Cancún, fue la última vez que vi a mi abuelo, la vida y las enfermedades habían marchitado su cuerpo y su ánimo, parecía como si sólo esperara el momento de irse, pero aun así me sonrió y me bendijo, en el fondo sabía que esa era la última bendición que recibiría de él.
Tuve la oportunidad de estar con mi familia el fin de semana pasado, ver a mi mamá, a mi abuelita a mis tías y tíos, como siempre la familia se une cuando alguien muere, y al estar ahí entre esa familia que me cobijó cuando era niño, me di cuenta que no importa si estamos lejos o cerca, si unos tienen dinero y los otros no, si compartimos o no los ideales de vida, lo importante es que aprovechemos los momentos que estamos juntos, no deberíamos tener tiempo para discutir por boberías, deberíamos vernos en los ojos de los demás y ver que todos somos parte de lo mismo, darnos cuenta que si no aprovechamos la vida, algún día llegará la muerte y tal vez nos arrepentiremos de no haber dicho o hecho cosas.
Mi abuelo se fue y dejó un hueco en la vida de muchas personas, pero ahora seguro está en el cielo gritando "hay birria señor, páseleeee!!!!" y sirviéndole a Dios uno de sus platos favoritos.
5 comentarios
el Negro -
ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya? ya?
Sagrario -
koza -
el Negro -
Gracias Señor del Kiosko!!!
Estrella -
y es cierto no tenemos la vida comprada, debemos vivir cada segundo lo mejor posible...esto quiero tenerlo presente siempre.
Amo ser la mujer que escogiste para compartir toda tu vida.