Blogia

el kiosco

061179

061179

Alguna vez hace algunos años escuché que es bueno jugar a la lotería el día de tu cumpleaños, y la verdad es que siempre he querido hacerlo, pero por alguna cosa u otra nunca he podido. El pasado 6 de noviembre cumplí 28 años y fue uno de esos días en los que no importa lo que pase, estás de buen humor y todo sale bien; me desperté muy temprano con esa sensacion de bienestar que dan los cumpleaños (por lo menos a mi me pasa),  claro el primer abrazo que recibí fue de Lola (que rico me abraza la condenada), la primera llamada del día fue de mis amados progenitores, y claro escuchar y sentir tantos buenos deseos pues como le cargan la pila a uno.


En la oficina tuve un día de mucho trabajo, más del que me esperaba, al día siguiente tenía la presentación de un proyecto ante el consejo ejecutivo de la empresa, y bueno esas palabras no se habían juntado en mi experiencia como profesional (o sea, el consejo de una empresa grande, de millones de dólares de facturación al año, con dueño y gerentes presentes) y claro tenía que hacer una presentación digna de tales personajes, el trabajo de seis meses atrás estaba en juego. 


Duarante el día recibí llamadas y mensajes de la gente que me quiere, los buenos deseos, los abrazos y los besos a distancia continuaron, a la hora de la comida fuimos a casa de Jori y Victor (los iguanos) y Jori se rifó unos tacos de camarones con pescado y mariscos que ufffaa estaban re chidos y además me regalaron un disco y un balón de tocho de homero simpson (ver foto). También mis compañer@s de trabajo me felicitaron y como es costumbre hubo partida de pastel, la mejor parte es que el pastel tenía mi nombre y no sólo mi nombre... era mi nombre en diminutivo (algo que nunca había pasado con las demás personas de la empresa) razón por la cual de consentido no me bajaron... cha' pinches envidiosos!! jajaja.


No voy a entrar en detalles, pero la verdad es que no paré en todo el día... y parte de la noche. Y claro para cuando salí de trabajar, los expendios de lotería pues ya habían cerrado, ni modo un cumpleaños más sin sacármela (la lotería). De regreso en casa ya me esperaban Lola, Adrián, Atenas y Vanesa, a la fiesta se agregaron Pao, Elisa y "La Copy", me sorprendió mucho ver regalos sobre la mesa cuando entré, me sentía como niño, la pasamos muy bien entre papas, tonic's, anécdotas graciosas y claro... más pastel.


Ahora bien, desde ese día me he estado preguntando lo siguente:

• Cuánta gente comparte su vida con una persona maravillosa?

• Cuánta gente tiene padres chingones que siempre lo apoyan?

• Cuánta gente puede decir que sus hermanos son sus amigos y viceversa?

• Cuánta gente trabaja en lo que le gusta?

• Cuánta gente recibe regalos en su cumpleaños?

• Cuánta gente es felicitada por un consejo ejecutivo por un muy buen trabajo?


A HUEVO, ME SAQUÉ LA LOTERÍAAAAAA!!!!!

Quid gloriam habet

Hace una semana que mi abuelo dejó este mundo, para mí es el primer fallecimiento realmente cercano, y lejos de lamentar y llorar el suceso pues lo considero un alivio para su sufrimiento y un descanso para quienes lo acompañaban día a día. Tal vez si mi abuelo hubiera sido como los abuelos de los cuentos sería más fácil escribir sobre él, pero la verdad es que mi abuelo era un tipo complicado, del que se cuentan muchas cosas, pero esta ocasión sólo hablaré de las cosas que me constan.


La primera imagen que tengo de mi abuelo es la de un tipo de media estatura, robusto, tez blanca, cabello muy corto, ataviado con un eterno mandil blanco, adentro de un puesto de comida, gritando "hay BIRRIA señor páseleeee!!!!" (todo lo que pueda ser mi famila hoy en día se forjó adentro de ese puesto). Los domingos eran días de trabajo para nosotros, mi abuelo era de la idea que sólo aquel que se ha ganado el pan con su trabajo tiene derecho a tenerlo, no importaba que fueramos sus hijos o nietos, todos teníamos que hacer nuestra parte para poder desayunar un humeante y delicioso plato de birria, y créanme cuando digo que valía la pena, a esto tengo que decir que mi abuelo no nos esclavizaba — nos enseño el valor y cuanto se disfrutan las cosas cuando uno trabaja por ellas.


Nunca fue tierno ni cariñoso con nadie, era un tipo hosco y gritón (ya hablé de las consecuencias de entrar a su cuarto en el primer post) pero nos abría las puertas de su casa a toda una manada de pequeñas bestias gritonas que lo movian, rompían y desaparecían  todo; tal vez yo también me encerraría en mi cuarto de puro miedo al ver a tanto pinche chamaco gritón (que los aguanten sus madres!!!, pensaría mi abuelo).


Tiempo después mis abuelos tuvieron que irse a vivir a Cuernavaca por cuestiones de salud y ya no lo veíamos tan seguido y bueno pues me quedé con la imagen del abuelo gruñon. Una vez al año iba a la Plaza México a la corrida de aniversario, donde claro era el rey, todo el mundo lo conocía, los viejos y los jóvenes aficionados a la fiesta brava y más de una vez lo entrevistaron para la televisión; mi abuelo nunca fue a la escuela, se enseño a leer, escribir y hacer cuentas porque era necesario, pero me atrevo a decir que incluso ahora las empresas más grandes se lo pelearían para tenerlo de gerente de relaciones públicas, jamás he visto a nadie tan amable con sus clientes como él.


Parte de mi adolescencia la pasé sin ver a mi abuelo, uno por la distancia y dos y más importante porque me había dejado crecer el cabello, eso era pena de excomunión en mi famila (ni mi mamá ni mis tías lo usan largo), mi relación con él era más que lejana, pero siempre existió el hecho de que a sus ojos yo era el nieto que más se parecía a él (pero en bonito decía mi papá, jajajaja).


Crecí, me hice adulto (conste que no dije maduré) y la figura de mi abuelo cada vez era más y más distante, hasta que un día tuvo complicaciones por la diabetes, lo trasladaron al D.F. y le amputaron una parte del pie, estuvo hospitalizado varias semanas y por razones que sólo el destino puede explicar me tocó cuidarlo una noche, 12 horas se dicen fácil y tendrían que serlo, sólo tenía que jugar cartas con él hasta que se durmiera, cuidarle 8 horas de sueño y un par más en la mañana hasta que llegara mi mamá a relevarme; no contaré todo lo que pasó y aprendí esa noche, pero desde entonces admiro y respeto a las personas que están a cargo de un enfermo. Días después de la operación cuando su ánimo estaba mejor, estando a solas con él jugando una buena partida de "conquián" me dio un consejo: "m'ijo encuentra una buena mujer, que te quiera y te respete, con la que puedas compartir toda tu vida, mira a tu abuelita y yo, llevamos sesentaytantos años de casados", los que me conozcan bien sabrán si seguí su consejo.


Cuando fui a despedirme de ellos y me vine a vivir a Cancún, fue la última vez que vi a mi abuelo, la vida y las enfermedades habían marchitado su cuerpo y su ánimo, parecía como si sólo esperara el momento de irse, pero aun así me sonrió y me bendijo, en el fondo sabía que esa era la última bendición que recibiría de él.


Tuve la oportunidad de estar con mi familia el fin de semana pasado, ver a mi mamá, a mi abuelita a mis tías y tíos, como siempre la familia se une cuando alguien muere, y al estar ahí entre esa familia que me cobijó cuando era niño, me di cuenta que no importa si estamos lejos o cerca, si unos tienen dinero y los otros no, si compartimos o no los ideales de vida, lo importante es que aprovechemos los momentos que estamos juntos, no deberíamos tener tiempo para discutir por boberías, deberíamos vernos en los ojos de los demás y ver que todos somos parte de lo mismo, darnos cuenta  que si no aprovechamos la vida, algún día llegará la muerte y tal vez nos arrepentiremos de no haber dicho o hecho cosas.


Mi abuelo se fue y dejó un hueco en la vida de muchas personas, pero ahora seguro está en el cielo gritando "hay birria señor, páseleeee!!!!" y sirviéndole a Dios uno de sus platos favoritos.

Un domingo completo

Despertamos temprano para un domingo a pesar de haber tenido fiesta, sentir el cuerpo tibio y suave de la mujer que amo es la mejor sensación de este mundo, hace que sonría incluso antes de abrir los ojos y así transcurieron los minutos de la mañana, entre caricias y palabras suaves. Decidimos ir a la playa, sólo un desayuno ligero de leche y cereal, traje de baño, lentes oscuros, sombrilla...

El sol estaba tan radiante como acostumbra es estas latitudes, no importa, dentro del auto estamos frescos y cantamos. Llegamos a la playa, el mar nos dice hola con sus azules turquesa, buscamos un lugar donde quedarnos, mientras más sólo mejor, queremos que el mar sea para nosotros dos; sombrilla instalada nos lanzamos al agua, tal vez el mar estaba molesto porque no habíamos ido a visitarlo en más de un mes, nos echó fuera en menos de 20 minutos, pero nos dejó admirarlo, como un amigo que se molesta pero te perdona, descansamos (¿porque se descansa de no hacer nada?) después fuimos a caminar y encontramos algunas conchas y caracoles, nada comparado con unos niños que tenían reunido un cerro de ellos. Nos despedimos del mar y del sol, de los azules y las gaviotas.

Regresamos a casa con bastante hambre, y nos esperaban unos tlacoyos comprados en el mercado un día anterior, de papa, chicharrón y requesón... a $40 la docena "güerita" cuantas le doy... con sus respectivos frijolitos, crema, queso y pollo, babeo na'más de acordarme, aguita de mandarina y a comer, increiblemente Lola y Pao comieron más que yo.

Tenía que descansar (es el colmo) pues el primer partido de temporada empezaba a las 6:30 p.m. y ya tenía "ese hueco" en el estómago que da cuando algo te emociona, o te asusta o tal vez era que no me comí otro tlacoyo. Nos fuimos al partido, nuevo equipo, nuevos compañeros, nuevos gritos, nuevos colores que defender, aqui no hay draft, ni contrataciones millonarias, aquí se juega como se debería jugar en todas partes... con corazón y con alegría. El partido comenzó, los Piratas (nosotros) tenemos el balón, recibo el primer pase del partido, abrazo a este otro viejo amigo, no es tan agradable como la piel acariciada en la mañana, pero también se siente bien correr con él entre las manos, la primer ofensiva de los piratas fue exitosa, los primeros siete puntos de la temporada; al final perdimos, crédito a los galácticos por ser más rápidos que nosotros, pero fue un partido muy divertido, eso nos hace ganar a todos,y agradezco a la porra, que lindo tenerlos ahí.

Regresamos a casa, regadera, yoghurt con cereal, película, y otra vez... a descansar y a sentir esa piel que me vuelve loco...  ¿un domingo común?
yo no lo creo.

el montañes

el primero...

el primero...

Allá en mi tierna infancia (6-7 años) de vez en cuando toda mi familia se reunía en casa de mis abuelos en Cuernavaca, recuerdo que nos la pasábamos muy bien, sobre todo los primos que no éramos pocos, hacíamos de todo excepto entrar al cuarto de mi abuelo, pues seguro te tocaba un chanclazo o un buen matamoscazo, o en el peor de los casos te tocaba mirar al abuelo rezando el rosario, brrrrrrr, pero algo que a mí me daba una inmensa alegría era ir al centro por una nieve!!!; aquello era una odisea, pa' empezar organiza a más de 20 chamacos de todas las edades, organiza a los adultos que se harán responsables, por ahi de un adulto por cada 5 niños, claro los primos adolescentes ya se sentían grandes, entonces se apuntaban para cuidarnos a los más chicos, después de un buen rato de ver quien disparaba los helados ahi va la procesión, a pie por supuesto, cerca de 30 minutos entre callejones, avenidas y plazas, obvio con el calor que hace en la ciudad de la eterna primavera y esa caminata llegábamos con unas ganas tremendas de comer helado.


En aquella época las heladerías más chidas estaban en el kiosco, que si no mal recuerdo era de 8 caras y en cada una de ellas había un negocio consagrado al sublime arte de refrescar a chicos y grandes, heladerías, puestos de aguas, jugos y raspados. Todos calmábamos nuestro calor con deliciosas nieves de limón, naranja, tamarindo, fresa, sandía... Recuerdo que al rededor del kiosco se reunían todo tipo de personas y era un ir y venir de bebidas refrescantes, entre manos indígenas, niños, señoras guapas, señores malhumorados por el calor, ancianos, gringos, el de los globos, pero sobre todo... de mi familia.

La vida se a encargado de alejarnos, como pasa siempre, pero ahora tengo este nuevo Kiosco en el cual lejos de calmar mi sed y mi calor siento esa necesidad de reunir a todas las personas importantes en mi vida.

Sean pues bienvenidos familia y amigos a este su Kiosco. Que rolen las nieves y las aguas, yo quiero una paleta de limón...